Se estima que el riesgo de padecer cáncer de mama a lo largo de la vida es de 1 de cada 8 mujeres. La mayoría de los casos se diagnostican entre los 35 y los 80 años, con un máximo entre los 45 y 65. Por ello, en la consulta va a ser fundamental realizar una serie de estrategias encaminadas a facilitar el diagnóstico de esta patología:

1. Historia clínica:

En la prevención del cáncer de mama tu historia familiar será fundamental. En función de si tienes antecedentes de cáncer de mama en la familia partirás de una situación de bajo riesgo, riesgo moderado o alto riesgo. 

Esta clasificación la haremos basándonos en el grado de parentesco que tengas con las familiares que han padecido cáncer de mama (1º grado: tu madre, hermana, 2º grado: abuela, tía, etc), el número de familiares que lo hayan padecido, el tipo de cáncer de mama y la edad a la que lo hayan padecido, si han presentado otros cánceres como el cáncer de ovario…

En función de esta información valoraremos la periodicidad más adecuada para tus controles, así como la necesidad de plantear un estudio genético completo (presencia en la familia de mutación BRCA-1 y BRCA-2). 

2. Pruebas de imagen: 

- Ecografía mamaria: Las pacientes jóvenes (<35-40 años) tiene una mayor densidad mamaria y por ello la ecografía es la prueba de imagen que mejor detecta las lesiones en esa franja de edad. Además, a estas edades es frecuente la aparición de patología no maligna (quistes, fibroadenomas) que puede ser molesta y subsidiaria de tratamiento. 

- Mamografía: A medida que envejecemos, la mama se vuelve más grasa, siendo la mamografía la técnica que visualizará con mayor precisión y de forma más temprana aquellas lesiones que pueden resultar de sospecha. La mamografía es recomendable en mujeres de bajo riesgo a partir de los 45 años, aunque en caso de existir antecedentes familiares, realizaremos una evaluación del riesgo particular, individualizando el seguimiento en función del mismo y pudiendo precisar un inicio más precoz del control mediante pruebas de imagen.